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Nosotros

Desde tiempos del valiente Correque, Tucurrique ha sido una tierra prodigiosa y próspera, en la que han crecido familias completas que a lo largo de la historia han contribuido con el desarrollo de estos pueblos. Hoy, ya entrado el siglo veintiuno, esta comunidad luce como un valle, irrigado por el río Reventazón y otros afluentes que se vienen escabullendo de las montañas, se deslizan entre praderas, se pasean entre los pueblos, bañan a su gente y refrescan el ambiente, para luego marcharse en busca de la inmensidad del mar, en un tiempo y un espacio infinitos. Así como los afluentes han recorrido las montañas, así como las semillas han germinado en esta tierra fértil, así también, muchas personas de este noble pueblo, con un espíritu de lucha ferviente y tenaz, han abierto brechas, han puesto el hombro y se han echado en sus espaldas el trabajo de seguir construyendo, forjando el camino para esas generaciones que hoy gozan del bienestar heredado. Tucurrique es un pueblo que alberga una vida llena de historias, pedazos de tiempo que se han ido quedando en la memoria de quienes lo han visto crecer, de quienes han visto su ropa pegada a su piel, de quienes han invertido sin preguntar el porqué, de aquellos que, presentes o ausentes aquí, merecen mención, pues lo dieron todo por dejar un legado que garantizara un mejor amanecer a esta generación y a las que vendrán. El camino no ha sido fácil, el progreso y el bienestar no son obra de la magia, no basta con decir la palabra y sentarse a esperar que se haga el milagro, si se tienen ideales y sueños, hay que ir tras ellos, no se gana una carrera si no se empieza, no se construye el futuro si no se incursiona en el presente, no se tiene éxito si no se planea con estrategia, con ideas, pero sobre todo, con entusiasmo. Señores y señoras, jóvenes aquí presentes, nuestra vida se refresca con los recuerdos y se alimenta con la dicha de los logros alcanzados, por eso es bueno recordar, pero mejor aún, es degustar de la cosecha, del fruto del esfuerzo y del trabajo que se ha venido gestando desde hace ya quince años. Tres lustros se han quedado en el pasado, desde aquel año 1981, cuando por primera vez, un conjunto de vecinos decidieron sembrar en esta tierra las cimientes de un colegio. Germinó la semilla de la educación secundaria con los primeros grupos de sétimo, octavo y noveno nivel, bajo la sombra de la escuela Eduardo Peralta, que para esa época era dirigida por la señora MSc. Sara Quesada Hidalgo. Crecía el árbol del conocimiento y con él la ilusión de un mejor mañana. Pero el tiempo no contribuyó con el propósito, no cayó el rocío desde las altas esferas, no llegó el abono del gobierno, y por falta de códigos, en 1986 se cerraron las puertas de la Unidad Pedagógica para los afanados jóvenes que ya estaban soñando en grande. Durante diez años se marchitaron algunas hojas, otras hasta cayeron y quedaron en el olvido, pero dichosamente, una década después, en 1996, aquella savia aún permanecía ahí; sólo le bastó recibir la frescura de las palabras de lucha de la señora Sara Quesada, el oxígeno que le brindó el señor Estéfano Arias, en ese entonces Viceministro de Educación y el apoyo de algunos vecinos. Esto fue suficiente para recobrar la vida y desarrollarse, siempre adscrito a la escuela Eduardo Peralta, pero ya por decreto. Fueron 110 estudiantes de Tercer Ciclo que retomaron el tren hacia el éxito escolar y hacia una mejor calidad de vida. Como era de esperar, como el ave Fenix, resurgió con fuerza, como fuente de inspiración, como una luz en el horizonte. Creció y fue necesario pensar en adquirir nueva tierra, la cual permitiera el albergue a todos los adeptos que ya veían en este proyecto un mejor porvenir para su vida.

Con disposición ese mismo año se gestionó y se adquirió un terreno valorado, en ese momento, en ciento setenta y dos mil colones, el cual era parte del ya reconocido Centro Agrícola Cantonal. El sueño era ya una realidad, las dicha se desbordaba en vecinos y jóvenes, claro, no en todos, sí en aquellos que luchan por el bienestar de sus hijos, no era para menos, no todos los pueblos tienen el privilegio de poder contar con tan ambicioso proyecto. Ya para el año 1997, se construyen cinco aulas, una batería sanitaria, y se ofrecía el servicio de soda. Para ese ciclo lectivo se matricularon 190 estudiantes. En el año 1998 se celebra la primera graduación de Tercer Ciclo, al tiempo que inicia el nombramiento de varios miembros del personal de la institución. En esa fecha ya se contaba con nueve aulas y dos baterías, lo cual vino a hacer más confortable la planta física y a contribuir con el proceso de enseñanza- aprendizaje que se estaba generando. El tiempo transcurrió disimulado, de los nuevos pasillos se desprendía vasta energía, comentarios, gritos, alegres encuentros y tristes desencuentros, amistosos unos, amorosos otros, el llanto no faltó, la palmada en la espalda y el abrazo fraternal reconfortaban a los actores, emblemáticos docentes y directores, grandes lecciones de vida iban aprendiendo todos los que desde entonces ya se entregaban a este magno proyecto. Su atención por favor, he aquí donde se marca la historia, cuando por vez primera se logra obtener la cosecha; el producto del trabajo realizado: la primera graduación de Bachillerato. Sí señores, fue en el año 2000, memorable ciclo lectivo, cuando 28 estudiantes vieron el fruto de sus estudios y el resultado de un trabajo en el que muchas personas habían aportado. Para el año 2001, ya se contaba con 14 aulas, más el laboratorio de cómputo, el comedor escolar, el servicio de fotocopiado. Todo va viento en popa y con tendencia a mejorar. En el año 2002 se incluye Educación Especial y en el año 2006, el colegio es incluido en el proyecto denominado Innovación Educativa, por lo que es equipado con mobiliario, laboratorios de informática, de ciencias y de idiomas, llegó la capacitación y sensibilización, equipo tecnológico y didáctico, entre otros recursos. Motivos de sobra existen para que hoy, 18 de octubre del año 2011, nuestro Liceo Tucurrique se engalane, se honre con su presencia y se luzca ante la vista de quienes lo valoran y lo respetan, pues ya es parte esencial de la historia de estos pueblos; su legado al desarrollo de este país es innegable, por eso, sus egresados lo llevan en el corazón, sus gestores se regocijan ante él, sus casi cuatrocientos estudiantes lo revitalizan cada día, cerca de treinta y cinco miembros del personal y los padres de familia comprometidos, fortalecen sus pilares para que se mantenga en pie y siga creciendo, a pesar de los embates, no del tiempo, sino de aquellas personas, que aún después de quince años de existencia, no han podido, o no han querido reconocer en él un privilegio; un regalo de Dios para los hijos de esta tierra. Hoy, son quince años de lucha, de trabajo y de dicha, pero igualmente son años de bendición para todos los que de alguna manera nos hemos involucrado con este Liceo. Gracias por aportar a esta causa, gracias por seguir siendo parte importante de la vida de esta institución. Hoy nos correspondió a nosotros esta cita con la historia de este Liceo, pero el proceso continúa, por eso, alberguemos la esperanza de tener muchas más celebraciones, más aniversarios, más ideas y sobre todo, muchos más jóvenes que le den vida y muchas, muchas más personas trabajando en favor de este centro de enseñanza; el Liceo Tucurrique. Muchas gracias, que tengan un buen día.

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